ÚLTIMO ADIÓS
La partida para siempre de un ser querido
hace arrugar nuestro corazón,
el cerebro se nubla y surgen por doquier
diversos recuerdos.
Sabemos que aquel ser ya jamás volverá,
sólo quedarán en nuestro cerebro
todos aquellos momentos compartidos,
éstos se incrustan para siempre
en nuestro frágil corazón.
Mientras más instantes hallamos disfrutado
en su compañía, ellos se vuelven pocos
y nos hacen sentir culpables
de no haber aumentado su cantidad.
Los intervalos de tristeza, recuerdan, a menudo,
que nuestra existencia es muy corta
y nunca esperamos el instante final.
Jaime Muñoz, junio 23 de2025