Te disfrazas con la pluma
de poetas que no entiendes,
y con frases que defiendes
vas sembrando solo espuma.
Tu retórica se esfuma
cuando el verbo se desnuda,
porque solo el necio ayuda
al disfraz por conveniencia:
gritas falsa inteligencia
pero callas la más cruda.
+
Te haces fuerte en la palabra
que no vives ni sostienes,
predicando lo que vienes
a negar si alguien te roza.
Tu “verdad” es vana losa
envuelta en aire bendito,
y aunque lanzas con tu escrito
dardos llenos de veneno,
el vacío de tu seno
solo engendra otro grito.
+
Después de lanzar la piedra
te escondes tras el decoro,
como mártir sin el oro
que al ser visto, se empedrea.
Tu argumento se tambalea
cuando alguien te desenmascara,
y llorando en voz muy clara
pides paz con falso aliento,
como aquel que da tormento
pero dice que no dispara.
+
Hoy te entierro entre las letras
que fingiste haber parido,
en un féretro tejido
de tus máscaras secretas.
No hacen falta las trompetas
ni un aplauso funeral,
que tu ego artificial
se morirá sin testigos:
te despido sin castigos,
te venciste sin rival.
+
Resucita entre vinelles,
las palabras que repite,
como un eco que compite
con espejos y cuarteles.
Vuelve a armar tus castilluelos
de cartón mal recitado,
mas su canto reciclado
sabe a circo sin sentido:
solo él se ha aplaudido
en su verso envenenado.
+
¿Quién eres tú, que presumes
con careta de filósofo,
si tu verso es solo fósforo
que se apaga si lo nombras?
Tu retórica no asumes,
tu poema es maquillaje,
y aunque cambies de embalaje
o adornes tu victimismo,
ya te vi: solo es lo mismo
pero envuelto en otro traje.
+
Te devuelvo al pozo ciego
del que nunca te has marchado,
con tu eco reciclado
y tu tinta sin sosiego.
Tu disfraz ya no da juego,
tu teatro se agotó;
el telón se desplomó
y sin luces, sin audiencia,
muere en propia incompetencia
quien jamás resplandeció.