Mis aprensiones
son como faltas,
manías que asilan astros,
lluvia que cae
sobre mi otro yo.
La muerte intenta algo en mí,
ella es permanente invitada
a mis espacios de silencios
y melancolía.
Sin embargo,
a veces conquistó
la realidad
y selló con ella
un abrazo.
Sé que no siempre
se estructuran signos
sobre los evangelios,
ni menos, sobre los espíritus
de los hombres.
Hay días
en que invento un Dios
que me habla más allá
de mi conciencia.
Su voz,
es como una cándido
silabario rural,
donde rezo
el abecedario
de la imaginación.