Me juró , de su amor eterna gloria,
con un beso vestido de ilusión;
sin saber que llevaba la cicuta
portadora de pérfida traición.
Yo quedé con el alma destrozada,
mientras ella, reía sin cesar;
sin creer que su ingrata y cruel perfidia
podría yo olvidar.
Hoy camina su vida sin destino,
porque nadie la sabe ya querer;
porque todos conocen plenamente
su manera mortal de proceder
Mientras tanto, mi vida ha florecido
con la magia divina del jazmín;
que le ofrece a mis días su fragancia
con su color carmín.
Autor: Aníbal Rodríguez.