Ay, si el amor funcionara
como relojito suizo:
con engranajes exactos,
manecillas que no dudan,
y un tic-tac que nunca se olvida.
Si cada beso tuviera
una hora señalada,
y cada abrazo,
una alarma tierna que suena
sin retrasos ni temblores.
Si los celos fueran solo
falla de batería,
y los silencios
una pausa bien medida
entre latidos coordinados.
Pero el amor no tiene cuerda,
ni garantía de fábrica.
Late cuando quiere,
se atrasa cuando más duele,
y a veces, ay, a veces...
se detiene sin aviso
en mitad del tiempo nuestro.
Y uno, como tonto,
le da cuerda al recuerdo
esperando
que vuelva a andar.