Busqué tus labios,
en medio de la noche,
que suspiraban.
Era un temblor,
apenas perceptible,
el que mostraban.
Y vi mi nombre,
surgiendo, sin palabras,
en aquel labio.
Y te besé,
besé tus labios tiernos,
sin decir nada.
Luego tomé
tu cuerpo, estremecido,
en un abrazo.
Y así escuchamos,
cantar a las cigarras,
en plena noche.
Cerca, muy cerca,
dejaban las resacas
su ronroneo.
Tenían sueño,
venían muy cansadas
hasta la playa.
Y allí, nosotros,
juntamos nuestros sueños,
y nos amamos.
Rafael Sánchez Ortega ©
17/06/25