Jamás se quejaba
más se volvió distraída y lejana
como una niña vieja...
quedándose en capullo sin abrir ya nunca...
Quién lo diría,
con su alma en comunión y penitencia...
es lo que ahora le toca,
la contemplación sin punto de referencia...
Y corre la cortina,
del tiempo y su sangre, de la memoria,
ya sin aventura,
su vida es diminuta sin compañía...
Oculta en la sombra,
con los brazos en cruz sobre la cama
y los pechos boca arriba,
se entrega desnuda a la agitada penumbra...