Las aves me persiguen
como si mis hombros
fueran ramas dulces,
y guardaran
el secreto de los nidos.
Las aves me persiguen
con ojos de siglos,
como si en mi pecho
palpitara un árbol
a punto de cantar.
Y yo no corro,
me quedo quieto,
abro los brazos.
Las aves me persiguen
porque saben que traigo
memoria y relámpagos.
Las aves me persiguen...