Hoy todas mis convicciones tambalean
No soy
Si soy
No, si
Me reprocho el día que me empecé a cuestionar todo, pero también me lo agradezco
Cambios abruptos
Duelos sin cierre y a destiempo
Corazas que cree, máscaras que diseñe a la perfección
Hoy se cae todo
El disfraz ya no me queda, me aprieta, me asfixia
El que está al lado no lo entiende, no puede creer que su escultura se cae a pedazos ¿cómo puede ser? Era perfecta.
Si, yo también me lo pregunto cómo pudo ser.
La perfección no existe y si existiera sería imperfecta.
El artista de esa obra que algún día amo tanto a su musa ahora calla. Porque no le gusta ni un poco lo desestructurado, lo que se sale de la línea, el círculo desprolijo.
Solo se detiene a observarla. Aún la quiere. Pero la podría querer aún más si ella volviera a ser la escultura perfecta, esa obra maestra que todos desean crear. Los espectadores de aquel escultor están un poco enojados con su musa, en un momento juraron ser de su devoción y haberla deseado, hoy… hoy simplemente dicen ya no conocerla, no quererla.
Pero aquel artista en el fondo sabe bien que su obra nunca hubiese sido aclamada sin esa musa que un día juró ser la más estructurada, la más obediente, la más fiel a todos sus principios.
No hay artista sin musa, no hay musa sin artista.