Un anhelo en la brisa
espera ver tu cuerpo unido al mío.
Si tú llegas deprisa...
desaparece el frío,
pues tu manto de amor es mi atavío.
A mi ser ya desnudo,
convertido en palabras y silencio,
con un grito que es mudo,
a esperar lo sentencio,
tu caricia que ansío y reverencio.
Toma mi cabellera,
con suavidad, enrédala en tus dedos;
haz que yo viva y muera,
vendimia en mis viñedos
y reza en nuestro templo nuevos credos.
Al reino de tu tacto
dejaré como ofrenda mis sentidos
que arderán en el acto,
y después de caídos,
volverán como el fénix, ¡renacidos!