Roberto D. Yoro

PABBY

Pabby

 

En Arauca floreció una voz callada,

pero firme como el río que no se detiene.

Le dicen Pabby,

y con tinta de fuego nos recuerda

que la memoria también respira,

que la pena puede hacerse verso,

y la esperanza, melodía.

 

Tu pluma es masa que pesa,

en medio de tanta masa que pasa.

Tu palabra no se disfraza:

es río que corre,

es sombra que abraza,

es cielo que llora y después canta.

 

Martha Patricia,

tu nombre guarda la fuerza de quien agradece

la luz, incluso en la tormenta.

Nos enseñaste que vivir

es mirar hacia adentro

y aún así… invitar al mundo a pasar.

 

A veces ríes,

y ese “a veces” lo haces siempre,

porque sabes que el amor y la fortuna

no están en el oro ni en la fama,

sino en una taza de café compartida,

en la paz de un poema bien parido,

en la bendición de dejar huella

sin levantar polvo.

 

Gracias por permitirnos entrar,

por hacernos parte de tu mundo sin llaves,

por revelarnos que la poesía

no es un lujo,

sino un derecho del alma

a hablar sin gritar.

 

Pabby, que no se calle tu río,

que no se duerman tus versos,

porque en cada palabra que brota de ti,

la vida también se siente viva.

 

Roberto D. Yoro