¿Cuántas veces puede alguien morir
por amor? La agonía no tiene límites.
Es tan fácil morir sólo una vez, y uno
se empecina en repetir. Claro que...
hay que intentarlo, vale la pena.
Alguna vez tiene que ser definitiva: el
último amor, o la última muerte.
NOCHE SIN VELA
Otra noche de insomnio.
Otra noche de ausencias.
Otra noche de odios,
de deseos
de que amanezca.
Otra noche sin final
me condena a un nuevo día
en el que esperar la noche
en que aparezca al fin la noche
que ya sea definitiva.
Otra noche de dientes chirriantes,
de rictus de cuello,
de perros salvajes,
de ratas,
de lobos,
de cuervos.
Otra noche de luna
sin estrella,
sin pijama,
sin paciencia
y sin perdón.
Pero nada es definitivo.
Cuando de repente sale el sol en un día cualquiera,
cuando asoma tan anárquico, intemporal, improvisado
que de pronto se manifiesta en esa luz casi olvidada,
es entonces cuando se puede ciertamente disfrutar
de la oscuridad como algo mágico, misterioso, sublime y,
sobre todo, pasajero:
DESENLACE
Allá por donde se pierden las ideas que a priori se muestran ingeniosas, en donde acaban las carteras con billetes inesperadamente extraviadas, adonde fueron a parar los rostros de las primeras pasiones, en el lugar de la conciencia que se altera por un acto de altruismo, allá a tomar por saco conseguí una parcela para ti con lindas vistas a un mar infinito en perpetua noche de cielo carente de luna ni estrellas, pero no quieres mudarte, maldito recuerdo, sino que sigues doliendo cual miembro amputado afligiendo el alma a la que pertenecías.
Al infierno fui a ocultarme a ver si allí te perdía. En cada gemido, en cada espasmo, en cada arcada o en cada pedo quise expelerte y tú, parásito inmundo, andas hincado a mis entrañas sorbiéndome la vida sin caso. Y no hay más. Sin modo de liberarme ni deseo de convivir contigo, sin remedio curativo químico o mágico, estoy sentenciado a tenerte correa, seguramente hasta que otra epidemia te mate inoculando a un nuevo huésped que te suplante.
De todo esto aún me pregunto quién te llamó Amor. Dolor es tu secuela y tu etimología. Dices yo te amo porque dices yo te lacero, te llago, te agobio, te enfermo, te extravío, te apeno… mientras se te mira con ojos acuosos, baba caída, estómago paralítico, mente obnubilada... ¿acaso no eres una dolencia en todos sus indicios?.
Te querré hasta la muerte como agüero de lo inmediato, se dice, entre convulsivos poemas de frases inopinadas, reparadas, incontables, cuando no eres más que un descargue hormonal que impulsa al apareamiento que inmortaliza la especie; bueno, eres un gusto, qué cagada. Cuántos son los requisitos para un pisoteo, cuántos los prontuarios.
Quién hubiera recelado, pretendido, imaginado que hoy me quiero desprender de ti. Quiero que te largues, aunque en mil sortilegios convoqué tu abrazo. Quiero que te largues, que me dejes, vil memoria de lo pasado, del recuerdo, de lo realmente soñado. Lárgate ya a ese velado paraíso que rogué para ti.