Tus manos son jardines
donde florecen mis días,
y en cada dedo hay un verso
que se escribe con caricias.
El aire en tu cabello
es como un susurro lento,
un viento que me abraza
y calma mi pensamiento.
Tus ojos son dos lunas
que reflejan mi alma,
y cuando me miras,
el tiempo se detiene en calma.
Tus palabras son rocío
que se posan en mi piel,
y en su fragancia encuentro
el eco de un amanecer fiel.
Eres la canción suave
que el corazón tararea,
un suspiro eterno
que mi pecho siempre espera.
Y en el rincón más puro
de nuestro amor callado,
crece el sol más brillante,
que jamás ha sido hallado.
Rosa Maria Reeder
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