Llueve despacio, y tras mucho tiempo de sequía. Me debía sentir bien. Orballa, como en Galicia, suave… dulce… pero no consigo sentirla así.
Por el contrario, la siento oscura y triste, me siento mal.
Leo y veo… Gaza…
El horror… Seres como tú y como yo.
Muertos. Despedazados. Niños como mi precioso nieto…
Y una locura auténtica si lees… explicaciones, odios, todo sin sentido… Gritos, en la calle, en los hospitales, en los televisores, en las redes… UNA LOCURA TOTAL, SIN SENTIDO… una pérdida completa de la capacidad de razonar…
Cánticos y gritos… servidos y consumidos como si fuera una serie televisiva. Disociada, como una mano que es capaz de acariciar mientras la otra tapa el cuchillo que se hunde en el corazón del hijo…
¿A dónde hemos llegado? ¿A dónde vamos a llegar?...
Y, mientras, unos políticos en el Senado rebuznan, como si fueran de otro mundo… mueven los labios, porque no los escucho, NO QUIERO… como si cobraran vida, a oscuras, en el cajón del ventrílocuo…
Necesito sentir una mano cálida, VIVA, sentir la vida… sentir la mirada de Gabi cuando me descubre en la calle, entre la gente, y me alarga sus manitas para que lo coja y lo abrace…
¡DIOOOOOOOOSSSSS!