Escribo para amar,
para sentir la dulce brisa del mar en mi rostro,
ver como la luz traspasa y respeta las sombras que deja a su paso
por árboles de tamarindo,
aquellos que echan sus raíces y sus vidas frente al mar.
Para escuchar los sabios consejos de mis padres acerca de la buena senda que he de tomar.
o rememorar las noches de reuniones con amigos entrañables bajo la bóveda celeste y sus astros como testigos perpetuos de muchos años, del amor y la caridad de los hombres.
No es una acción del ego acerca de lo vivido,
es un acto para recordar y no perder mí historia contra el tiempo,
para poder abrir y entender un poco el alma.