Lienzo de tu presencia (cuartetos endecasílabos)
Compré una caja nueva de acuarelas,
la goma, el lapicero y carboncillo,
un lienzo de tamaño grandecillo
para pintar tus bellas entretelas.
Le robo tiempo al día que me alcanza,
y muestro mis intentos de pintor;
uso la nigromancia del autor
para enmarcar tu luz con esperanza.
Clavo tus ojos grandes como soles,
tan negros como son la oscuridad,
tan hondos que atraviesan la ansiedad
y abren con calma todos tus crisoles.
Esa inquietante mira que enloquece,
templanza que sostienes con firmeza,
sosegada, tan pura es tu belleza...
sé que a tu noble rostro pertenece.
Con Trazos doy contorno a tu silencio,
con sombras a la duda que no nombras;
tus labios son la curva de las sombras
que besan en mi lienzo lo que pienso.
No copio la verdad de tu figura,
la invento desde el pulso con asombro:
si falto a la verdad, que falte el hombro
que tema profanar tanta hermosura.
El arte no pretende poseerte,
tan sólo ser reflejo de tu aliento,
captar lo que se escapa con el viento
y, al dar color, llegar a merecerte.
Si el trazo es fiel, será porque mi mano
dejó su voluntad en el vacío;
y si da amor, será porque confío
en que ese amor lo pinte más cercano.
No quiero el cuerpo, quiero la presencia,
su fuego más allá de la figura;
pintar es convocar a la ternura
y hacer del mundo un gesto de inocencia.