Detrás del árbol colorado,
Que a la vez condensa ese mundo,
Un animalillo se asoma tímidamente.
Del árbol no quiere salir,
Y cuando te acercas a él,
Empieza a rodear el tronco,
Impidiendo que lo vea del todo.
Una ira viene de no sé dónde,
Y en un brusco giro,
Lo tomo del cuello,
Y lo veo en su totalidad;
Es un pequeño pájaro,
Patilargo y flaco,
De un rosa apagado y sucio,
Sus ojos sobresalen del cuerpo,
Y son humanos,
Inyectados en sangre.
Por tal brusquedad,
El mismo se derrite,
En un extraño líquido negro,
Que se hace polvo,
Y alrededor,
Aparecen pequeños ojos rojos,
Similares a estrellas,
Que me ven a mi, o al árbol.