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Yo era invierno antes de tiempo

Fui niño sin patio, sin gritos, sin juego,

con libros por padres, con frío en el fuego.

Mi infancia, un bisturí que no cortó carne,

cortó mi presente, me enseño a matarme.

 

Me soñaba médico, herido y sanando,

pero fui enterrado sin estar expirando.

Mis padres sembraron su cruz en mi frente,

y crecí maestro... de todo, menos de gente.

 

Mi casa era un templo sin fe ni candela,

mi risa, un huésped que no vio novela.

Las voces que amaba sabían a juicio,

y mi cuarto era jaula, y mi alma, su oficio.

 

Y amé a una mujer hecha de crepúsculo,

bella en el borde, doliente en el músculo.

Se abría las venas si abría yo puertas,

y yo cerré el mundo por tenerla despierta.

 

Vi su sangre fría como leche rota,

el piso un lienzo, su piel una nota

que el piano no quiso jamás descifrar...

y yo, sin ser mártir, morí por cuidar.

 

Sus padres le daban al lobo y al viento,

\"que el novio resuelva\".

Y yo, con los huesos partidos de pena,

la amaba en silencio... cargando su condena.

 

Mas nadie miró mis grietas secretas,

nadie escuchó mis pasos en vetas

de mármol agrietado, de noche sin luna,

de un joven tan roto... que ya no se asusta.

 

Pero antes de todo, fue mi madre la herida,

le dio un derrame mientras yo huía de la vida.

Me culpé por su llanto, por su dolor mudo,

como si su sangre se hubiera vertido por mi

mundo.

 

Ella creyó en mi ciencia, en mis manos futuras,

y yo... sólo fui un nombre entre tantas dudas.

Sus ojos decían \"vuela\", su cuerpo temblaba,

y yo, sin saberlo, la decepcionaba.

 

Me pesa su pena, su amor desgastado,

y cuando la culpo, me siento condenado.

No soy como ella, no tengo su estrella,

soy sombra de un hijo que no brilla por ella.

 

Hoy lloro sin causa, sin viento, sin daño,

como llora el vidrio al paso del año.

No temo a los muertos, ni al grito ni al eco...

me asusta esta calma que me habita el pecho.

 

No me asombra el miedo, no me alegra el día,

solo sé que existo porque duele todavía.

Y escribo este verso, no para que me crean,

sino para que un día, mis ojos... me vean.