J.M Aceros Bernal

Isabella

Hay una mujer que escribe poemas

De amores irreales y surcos desusados

Les hace borrador con su nobleza en soslayos

Y los firma con sus célibes labios.

 

Dentro, un vals libre que juntamos

Su vestido de doncella de siniestra escueta

Con la cadera, tristes sonetos encriptan

Al danzar de una curvatura albedría.

 

Unas vueltas que escribió al suelo de ajedrez

En una jugada que brota matices voraginosos

Al palpar de su juego y el tap de los zapatos

Danza libre, que los dos gozamos.

 

Pero que interrumpe con su lágrima,

que bebo tan sediento y plácido

porque ella me llena tanto de amor,

que lo dedico en sanar todo su dolor.

 

En su estudio subrepticio y certero

Cuyo lugar, hay palabras que forman su figura

“Soñar”, “Amar”, “Poseer” creo que se leen.

Desprende dictámenes, jueces en su espalda

Que decretan al exilio a los que no la alcanzan.

 

Tan sofisticada son sus imágenes rodeadas.

Y tan difícil conseguir su compañía.

Tan compleja es toda su cariz

Su circunstancia, momento y sentir.

Así es ella, que rompe el tiempo

y se adueña de todo espacio inédito.

 

Ya quisiera pedirle que se me acercase.

Pero, su idioma es el sordo y su oído es taciturno.

Quisiera catarla como el arte que ella es.

Pero leerla es barroco y hablarle vanguardia culto.

Su actuar es métrica de moderna intensidad

y su mirar es de pintora surreal.

Esos son sus defectos imperceptibles

que algunos ineptos llaman personalidad

Y otros, visión del artista irrepetible.

 

 

Que más le pido si no un beso

o siquiera, una charla lenta y pasional

de esas que parecen durar la vida entera

pero es por el disfrute y lo especial.

 

Qué tal sí hago un punteo a sus cuerdas,

para componer un allegro de folklor sensible.

Qué tal sí le hago un pedestal en esmeraldas,

para tenerla en mi hogar y tener arte invaluable.

 

Y sí grabo una película biográfica de ella,

pero cada escena es un recuerdo que los dos vivimos

¿Y si le hago una canción? Una confesión de mi amor,

para poder desnudar su alma sin penas ni dolor.

 

No temo decírselo, no se lo ocultaré, le diré que

Yo para amar soy el mayor de los dementes

¡Con mi vehemencia la proclamo mi amante!

le diré que ¡Lo mismo me da morir y amar!

Y que si he de acabar con la luna y el sol para apreciarle

Sería una gran mentira, pues ella opaca todo lo concebible.

 

¡Ah! Tan perfecto sería ser su primer y último amor

Ser el primero en probar sus labios,

que me permitiera ser parte de su cuerpo

o sentir la sangre de su corazón, amparada en el mío.

Ser el primero en unir la noche con la mañana

y ella pudiese ser mi quinta estación.

 

Y de no ser por ti, perdería mi capacidad de amar

Quiero ser el último, el que sienta que muere

Al sentir tu leve y cándido llanto de pena.

Déjame sentir esa cruel tristeza y compártela conmigo.

Déjame llevarte sobre el viaje horrendo de esta tierra.

Sé mi salvación y mi condena.

Sé quién mata mi espíritu.

¿Acaso te mitifico? ¡No lo sé!

Solo sé que deseo besar tu boca inspiradora,

boca con la que dictas lo que escribes

Y lo que escribes viene hacia mí

Como el beso del génesis.

 

 

 

 

Al libro que ella en mí escribe,

su boca recita un bello poema de amor

un poema infinito, que al idilio me conduce.

Que por cada día que pase escribirá una línea más en mi corazón,

que por relecturas siempre me hará un poeta nuevo y mejor,

Que yo por inspiración le pediré prestado y lo tendré,

Que yo colocaré en mi epitafio, en mis sueños y mi resurrección

Tan inefable eres tú, el pináculo del mundo, la cumbre del señor

Por favor Isabela, sé mi profeta, sé mi musa y sé mi princesa.

Con tus bellas palabras, tan perfectas, yo alcanzo las proezas.

No sé dónde termina tu mundo y comienza lo real,

te has llevado cada verso mío que te he dedicado.

Has impregnado cada espacio, cada momento y sentir amado,

embelesas cada pequeñez que percibo de la vida.

Ya en mis escritos puedo afirmar tu autoría,

autoría como la de este poema hermoso,

el cual con mis manos lo escribiste vos.