La dejaron otras,
aún flotante
entre olas y frustraciones,
el mar vestido de una quietud farsante…
Pasaban las horas,
la balsa errante
era el recuerdo la las necesarias ficciones,
y de la ilusión distante.
Había estado jugando a sobrevivir,
entre el vendaval y el diluvio,
sus últimos paisajes a vivir…
dejando de esta sutil belleza su efluvio.