No me alcanza tu condena que parece habitar más de un lugar, pero a la vez ninguno. Yo que habito un cuerpo lleno de luz, pero que de noche se sumerge entre las aguas de lo no dicho, de lo no reconocido, de lo no sentido.
No me alcanza la condena del tiempo, porque me corre con su reloj, puedo no tenerle miedo, pero con cariño la respeto.
Puedo caminar como un espectro sin nombre, y aún así sentirme viva, porque logré habitar más de un hogar, porque logré sumergirme en el mar de lo que muchas veces desconocí, y aún así salí con vida pero siempre distinta.
No me alcanza tu condena aquella que mira con desdén los fríos cuerpos del invierno, como si en el hielo no habitara el deseo, el fuego y eso que quema cada recoveco de la piel
No me alcanza la condena del silencio, en estos casos prefiero un poco de dolor.