Lo que no te dije pero...
Yo también moría,
pero no sabías.
Cada vez que te ibas con la luna rota
en la garganta,
con las palabras entre algodones y sangre,
yo me quedaba abrazando tu sombra
como si fuera un hijo que nunca nació.
No digas que no te amé.
Te amé con todo lo que pude,
con las manos temblorosas
de quien sabe que amar
es empezar a despedirse.
Nunca supe cómo sostenerte.
Tenías el corazón lleno de incendios,
y yo sólo tenía un poco de agua fresca
para calmarte unos instantes.
Sí, me fui.
Pero no porque dejara de amarte.
Me fui porque tu amor dolía
como si cada beso llevara mi nombre
y mi final escrito en él.
A veces te escucho.
A veces me buscas entre sueños
y me pronuncias con cuidado
procurando no romper mi nombre
como si fueras a romperte.
Yo también me rompo,
y te reconstruyo junto al insomnio.
junto a la navaja que no se decide
a dejar libre toda mi sangre.
Y si un día te encuentro
en otra vida,
en otra calle,
con otro rostro,
yo sabré que eres tú
porque me arderá el pecho
sin saber por qué.