El viento no tiene rostro ni nombre,
es el alma errante que canta sin voz,
se cuela en montes, ríos y calles,
tejiendo secretos que nadie contó.
Juega con hojas, danza en la penumbra,
acaricia el alma que sabe escuchar,
espejo invisible de libertad rota,
mensajero eterno que no sabe callar.
Susurra historias que el tiempo olvida,
lleva memorias que duelen sin voz,
puente invisible entre mundos distantes,
un suspiro frío que quema el corazón.
Es la voz muda de los ausentes,
el eco viejo de un amor perdido,
un roce leve que despierta sombras,
un llanto oculto en el filo del aire.
No hay lugar donde no deje huella,
en la piel, en el alma, en la noche,
es la fuerza sutil que todo cambia,
el viento que lleva y el viento que arranca.