Javier Julián Enríquez

El triunfo de lo sublime sobre la razón humana

De la mente diáfana en su esencia,

que al empíreo eleva su quebranto,

donde el astro, en su fúlgido manto,

transmuta en sacra luz su trascendencia;


la efímera razón, débil presencia,

en lóbrega mansión ahoga el canto,

y al ímpetu que exhala dulce encanto,

le impone cruel y acerba penitencia.

 

¡Oh, inefable dolor, culpa inclemente!

Que el orbe sideral en su hermosura

confunde al pensamiento, ya doliente;

 

la bóveda celeste, refulgente,

trasciende del mortal toda cordura,

danzando en plenitud, resplandeciente.