Un retorcijón
la inhabilitó,
pero nadie la
obligó a comer
tantas uvas,
antes de ir al baile.
Estamos en el siglo
XVIII, y las faldas
amplias podían albergar
a un pueblo en su interior.
Por suerte tantos
fuegos artificiales,
y música alta,
disimularon el pedorreo.
(rosi12)