LINA DOCENTE

La soledad, esa doble cara

La soledad, esa doble cara

La soledad es buena,
susurra en voz baja, es sabia consejera,
me acompaña mientras pinto colores del alma,
mientras mis manos tejen belleza con hilos de calma.

Es un refugio callado,
una pausa sagrada en medio del ruido,
cuando el mundo ruge sin piedad
y el alma busca reposo como un niño herido.

Pero duele...
cuando deja de ser refugio
y se convierte en celda sin llaves,
cuando ya no es elegida,
sino impuesta, como sombra que invade.

Duele...
cuando se disfraza de indiferencia,
cuando nadie escribe, nadie llama,
cuando el “te quiero” se vuelve un eco hueco
que se pierde entre el silencio y la nada.

La soledad...
esa amiga de tardes serenas,
puede volverse enemiga
cuando el corazón suplica
ser visto, escuchado,
abrazado sin condiciones,
amado sin razones.

Y en ese vacío que pesa,
mi alma grita su oración al cielo:
¡Dios, escúchame!
En tu amor eterno hallo mi consuelo,
mi nombre no se pierde en el olvido,
mi valor no depende
de si el mundo me quiere o me ha ido.