Escribo estas líneas que nunca leerás,
palabras que nacen del silencio
que me impongo cuando estás cerca,
de conversaciones que solo existen
en los rincones de mi mente.
Por ti, cada día que coincidimos
se vuelve evento marcado en rojo,
te veo pasar por los pasillos,
sonreír a la distancia,
y algo se enciende dentro de mí.
Eres capaz de cambiar el color
de un día entero
sin siquiera saberlo.
Te observo desde lejos,
guardando cada detalle:
tus manos que bailan cuando hablas,
tu cabeza que se inclina al escuchar,
tu risa que ilumina espacios.
Para ti son gestos cotidianos,
para mí son pequeños tesoros
que colecciono en secreto.
A veces me pregunto
qué pensarías si supieras
que ensayo conversaciones
que nunca ocurren,
que busco excusas
para pasar donde sueles estar,
que tu nombre vive en mis pensamientos
como parte de mí.
Por ti descubrí esta mezcla extraña:
la alegría de verte un momento
y el dolor de conformarme
con miradas fugaces.
El corazón puede sentirse
tan lleno y vacío
al mismo tiempo.
Hay días que me armo de valor,
me digo que mañana será diferente,
que encontraré las palabras perfectas.
Pero llega el momento
y el coraje se desvanece.
El miedo al rechazo es poderoso,
pero más aún el miedo
a perder estos pequeños momentos
que tenemos ahora.
Por ti sigo esperando
como quien espera milagros
sin creer realmente en ellos.
Sueño con un futuro donde
nuestros mundos se acerquen lo suficiente
para que veas lo que hay en mi interior.
Mientras tanto,
me conformo con miradas a distancia,
con momentos robados,
con estas palabras que nunca leerás.
Porque por ahora,
amarte en silencio
es el único modo que conozco
de quererte.