Frente a ti, una puerta cerrada
En el sótano, una llave
No puedes entrar ni tampoco salir
No sabes lo que aguarda afuera
Y temes lo que haya dentro
Un reguero de bombas
Inunda tu pantalla
Un cruce de plomo
Delinea un contorno invisible
Los ojos avizoran un fuego original
Dicen que la respuesta está en tus manos
Tus manos llagadas, indescifrables
No hay lugar donde no te alcance la bruma
Las llamas te acompañan por las noches
Abrigan tu ciudad interior
En un chamuscado retorno
Caminas otra vez para espantar el pasado
Caminas porque en la errancia
Ejercitas el consuelo y el rigor
Los perros rodean el lugar, silenciosos
Quieres huir, pero la llave no aparece
Fuerzas la salida y el tiempo te recibe visceral
Los rostros que creías reconocer
Son solo los reflejos de tu espejo enterrado
Quieres confiar en tus pasos
Y tu sombra delata a los necios
Persistes en la página ensangrentada
Aguantas la trama del instinto con todos sus ripios
Rehúsas mirarla a la cara
Y te avergüenzas de todas tus palabras
Porque temes borrar el relieve de su rostro
Su rostro pálido, su baile oscuro
Al ritmo del vértigo
la pasión engendra la historia
impregnada de tu máscara
la historia sin labios y sin secreto profundo
ningún otro misterio en su pecho
podrá ayudarte a sortear el laberinto
allí donde creíste vivir un mito
solo restó aquel golpe y la poesía
derramada contra el pavimento
Al fin huiste con el dolor a cuestas
Porque todo gritaba huida
Cruzaste, temerario, su río de veneno
Te endureciste ante la infamia
Cruzaste, huiste
Y el rostro fue arrancado de cuajo
El odio se volvió una pira salvaje
Al punto de la incineración
Y pronto el olvido alumbró el camino
De regreso a tu centro
Y te inclinaste ante la cruz del ocaso
Abrazaste, con orgullo, la sombra de la duda.