Instante Eterno,
Un Segundo Contigo,
Toda La Vida En Mi
No fue el poco tiempo que te tuve en mis brazos lo que marcó mi memoria, sino la manera en que el mundo pareció detenerse cuando tus labios rozaron los míos. Aquel beso no tuvo prisa ni medida; fue un instante suspendido, una pausa en el tiempo donde no existió el miedo ni la distancia. Fue como si el universo nos hubiese concedido un milagro silencioso, uno que guardo como un tesoro en lo más profundo de mi alma.
Desde entonces, cada noche te apareces en mis pensamientos como una llama serena, cálida, imposible de apagar. No importa cuán breves hayan sido nuestros encuentros, porque un solo gesto tuyo, una sola mirada, bastaron para escribir en mí una historia sin final. No necesito días enteros a tu lado para saber que lo que sentimos fue real. Aquel beso fue la promesa callada de todo lo que podríamos ser, si tan solo el mundo se detuviera otra vez.
Y aunque el tiempo se nos escape entre los dedos, me aferro a la certeza de ese instante. No fue fantasía ni exageración, fue verdad pura: lo que sentí contigo fue más grande que cualquier rutina, más intenso que cualquier ausencia. Aquel beso no fue solo una caricia en los labios, fue un pacto invisible entre dos almas que se reconocieron, aunque el reloj siguiera avanzando sin piedad.
Así que si alguna vez dudas de lo que significas para mí, recuerda ese beso. Porque en él, sin palabras, te dije todo. Que te elijo en el caos y en la calma, en lo breve y en lo eterno. Que aunque no estemos siempre cerca, una parte de mí se quedó contigo desde aquel instante… y no piensa regresar.