Yo me alzo hacia el odio intolerable,
y desciendo al abismo de la ira;
soy trueno desgarrado, voz no amable,
soy huracán de sangre que delira.
Mis versos, martillos de tormenta,
son flechas, sierpes negras de veneno,
que atraviesan el sombrío cielo sereno
y rasgan los velos de la afrenta.
Soy forja viva de un pecho condenado,
me abraso en fuegos que devoran mares,
y en mi aliento nacen los mil azares
de un mundo herido, roto y olvidado.
¡Oh, si pudiera ser la espada airada,
el ángel de la ruina desbordada,
el demonio que pisa las estrellas!
¡Oh, si pudiera, en látigo de huellas ,
despedazar la raíz de la existencia,
y hundirme al fin, en sombra sin clemencia,
por el pozo oscuro y sin aurora,
allí donde hasta el tiempo se devora!