Alegre y triste a un tiempo,
en este momento hostil, tan propicio al odio,
ando a la buena de Dios
por el viejo campus universitario...
Mi perfume le entrego al viento,
para que palíe un poco sus toneladas de asco,
pues el mundo está atestado
de profesores comunistas con discurso de humo...
Me queda quizá el recurso de andar solo,
sin darme contra todo,
excepto contra este leve pensamiento
que sin peso cae al suelo...
Tengo que aprender a crear mi futuro,
fundido con el cielo,
a encender mi alma de fuego,
adorando a Dios como si fuera un incendio...