Beatriz Teresa Bustos

NADIE

Dejó de llover y el abril se mece

entre melenas ocres.

Desde la glorieta sombras oscilantes

curiosean, luego parten.

El tiempo, crueles arabescos

esculpió en las lajas

y como si fuera un dios pagano

silente y desamparada

la fuente en el jardín aguarda.

Ayer cómplice del sol trenzaba amor,

con su boca abierta y transparente oía

los cándidos secretos que le contaba.

Por arterias amarillas he regresado

a contarle mi desdicha,

a lavar las heridas que aún sangran,

a confesarle que las promesas de él fueron

aves sin rumbo, descarriadas.

Entonces no sabía que el amor clava puñales.

Entonces no sabía que el amor también engaña.

Hemos envejecido,

huellas profundas nos delatan

y como herencia del amor tenemos

las bocas secas, agrietadas.

Abril se mece, las nubes corren desquiciadas

nadie entona un himno al paisaje

que quiebre el frío de esta nada,

ni una hoja ha caído a recibirme.

La fuente, calla.