Lleva la calma bordada en el muslo
como si el tiempo hubiera cedido
a su silencio de pétalos y aceite.
No mira el mundo: lo escucha.
En su regazo
la floración del asombro
le tiembla entre los dedos.
El vestido, sol caído en cascada
acaricia sus piernas cruzadas
como quien reza sin palabras.
Y ese ramo que abraza
con más ternura que certeza
no es de flores:
es un incendio quieto
pintado por la infancia
por la ausencia
por la vida cuando no dolía.
Ella no espera.
Ella guarda.
Y en su gesto
algo florece sin permiso.
Este poema nace de un cuento ideado a partir de la pintura en la portada, del que comparto un trozo en el comentario.
🌙✨🌹