Vos llegás así,
como tinta distraída que cae
y forma palabras que nadie quiso escribir,
pero que de pronto revelan
todo lo que estaba guardado
en un rincón secreto del papel.
Cada suspiro es una coma
que se desprende suave del renglón,
un murmullo en tinta
que escribe silencios necesarios,
pausas que no separan
sino que unen más fuerte
cada letra con tu respiración.
Entonces te leo,
y aunque no estás escrita,
te encuentro en cada espacio en blanco,
en cada margen que se abre
como ventana discreta hacia tu sombra.
Y comprendo
-con esa claridad absurda de los sueños-
que escribirte es simplemente
pronunciarte despacio,
como se dice una verdad incómoda
o una certeza dulce,
sin tinta, sin letras,
solo con suspiros.