Marcos Magallanes

POEMA II

Siglos innúmeros, largos círculos de polvo
asentándose, desde la primera edad,
desde que el mundo emergió de la penumbra
con la creación del verbo;
porque la luz fue palabra antes que onda;
vibrando en cada célula, saliéndonos hacia afuera
como un vapor incierto,
el Enigma se nos revela:

Nosotros fuimos el Adán y Eva remotos,
el repetido cansancio en su búsqueda infinita,
su fruto y serpientes, el recorrido
de su sangre, el asombro de la primera noche
y la constelación dibujada con el dedo.
Casi muero el primer día,
luego descubrimos el fuego
y en la noche sobrevivimos al frío
porque no pudimos abandonar el enigma,
la herencia que dejó las incontables treguas
las pilas de cadáveres que fuimos antes de ser;
porque fuimos la muerte antes de estar vivos;
y hoy nos reconocemos, después de los innúmeros siglos,
el primer asombro, el mundo y la luz
la desnudez de la primera noche, sin el fuego
y el cobijo inequívoco de tu cuerpo
que es mi cuerpo fuera de mi cuerpo
y con el que comparto la misma muerte, y fortuna.

Los que vienen a ti,
los que nos están esperando,
heredarán el polvo, asentándose aún
y un olor a flores y tierra
parecidos a la muerte.
El enigma residirá en ellos,
los llevará a buscar el fuego
y los encontrará, siendo nosotros,
eternos Adán y Eva
dibujando los mismos astros,
reinventando el asombro
para conservar el enigma frente a la muerte,
para encontrar en el refugio del cuerpo, el fuego,
la luz emergiendo de la boca
y el verbo llenando la oscuridad
para volver a encontrarnos.