Hay poemas que no salieron nunca,
que se quedaron en el borde
de la garganta,
de la urgencia,
de un suspiro que no encontró papel.
Yo los escribí igual,
aunque nadie los haya leído.
Los escribí con el cuerpo,
con la bronca,
con la ternura de quien quiere seguir
aunque a veces no sepa por qué.
Porque así soy,
Terriblemente desordenado,
Un poco intenso,
Y bastante humano.
Vivo el momento como si no hubiera otro,
y cuando todo duele,
me abrazo a las palabras
como quien se abraza a un recuerdo
que todavía abriga.
Hay días en que la rutina me vence,
y me pregunto —sin grandes respuestas—
¿qué hago con esta vida que me toca?
¿cómo se cambia lo que uno mismo permitió?
Y sí,
esta es mi vida,
no tengo otra.
Y a veces la dejo pasar
como si el tiempo fuera reversible,
como si el mañana me esperara siempre.
Pero aún así,
con todo lo que pesa,
amo.
De la única forma que sé:
con el corazón.
A este loco ya lo remendaron tantas veces,
y sin embargo
vuelve a enamorarse
como si nunca lo hubieran roto.
Este soy yo:
el que ganó algunas veces,
el que perdió muchas otras,
el que probó la hiel y la miel,
el que se cayó,
y volvió,
no siempre entero,
pero siempre firme.
Y si me preguntás cuál es la meta
—hoy, al menos—
te diría sin dudarlo:
la Meta
es disfrutar de la vida.
Y si se puede,
con alguien al lado
que no se asuste
de mi manera de querer.