Caí, caí.
Rodé por las escaleras.
Un chumbazo
zumbó mis oídos.
No era de una
escopeta ni
de ningún arma
conocida.
Fue un golpe,
un brazo más
largo que el mío,
interrumpió mi alocución.
Después no supe más,
y por suerte
ni quise tampoco.
(rosi12)