En el instante en que muera...
ese segundo sin regreso,
cuando el reloj baje la voz
y el aire cierre su página...
voy a pensar en vos.
No habrá relámpago ni saldo de cuentas,
solo la forma exacta de tu nombre
abriendo un claro entre las sombras.
Y aunque el latido se apague,
tu recuerdo encenderá,
lo último que quede de mí en la penumbra,
para que la oscuridad entienda
que alguna vez existió la luz.
No es esto por tristeza.
Es certeza:
que incluso ante lo inevitable,
vos vas a seguir siendo
mi forma de luz.
Y eso, para mi, es consuelo.