Ceniza clara
Del fondo donde muerde lo perdido,
yo me rehíce a fuerza de mi llanto,
con cada decepción saqué el encanto
de un fuego por mi culpa detenido.
El alma por sí misma ha respondido
con pulso que no ignora su quebranto,
latiendo, aunque la vida ponga espanto
en cada resquebrar no comprendido.
No imploro redención ni me arrepiento,
pues algo en mí renace de la ruina
con cada madrugada que presiento.
La herida se hizo savia, no rutina,
y al borde del abismo hallé el aliento
de una ceniza clara que ilumina.