Te amé por tantas noches,
que el reloj se cansó de girar,
y la oscuridad se volvió testigo
de un amor que no supo descansar.
Te amé en el idioma del alma,
sin palabras,
sin promesas,
solo con el fuego invisible
que arde cuando un corazón reza.
Te amé con la voz temblando,
y el pecho lleno de inviernos,
con fe en tus ojos ausentes
y un poema ardiendo por dentro.
Te amé más allá del cuerpo,
más allá del “te quiero” o el “quizás”,
te amé como se ama lo eterno:
sin pedirlo,
sin saberlo,
sin final.
Y aún cuando el viento se lleve tus huellas,
y el destino no vuelva a cruzarnos,
te seguiré amando en secreto…
como aman los que aman con el alma:
en silencio,
pero nunca en vano.