Ingrid Calmet

El eco de tu adiós

Llegaste como un dulce engaño,
un sol que brilló solo un año,
y yo, sin miedo, te quise entero,
pero tú eras humo, viento ligero.

 

Tus ojos hablaban, tu boca mentía,
tu risa era música que me envolvía,
y mientras creía en tu falso calor,
tejí en el alma un sueño de amor.

 

Te di mis días, mis noches, mi calma,
pinté tu nombre en cada rincón de mi alma,
pero te fuiste sin mirar atrás,
dejando en mis manos cenizas y paz.

 

Hoy cargo el peso de tu traición,
un eco vacío, una vieja  canción.

El tiempo avanza, la herida arde,
pero mi corazón aún no se guarda.

 

Tal vez mañana logre olvidar
y deje de amarte, de recordarte.

Por ahora, sigo, aunque con dolor,
cerrando los restos de aquel fugaz amor.