Me reconforta el alma y me inunda una profunda paz saber que te encuentras bien. Han transcurrido incontables años desde la última vez que nuestros caminos se cruzaron, un tiempo que se siente a la vez eterno y fugaz.
Cada amanecer, la cruda realidad me golpea con la fuerza de una ola, resonando en el eco de mi existencia. Esa misma realidad, la del vacío que dejaste, se ha convertido en mi compañera inseparable, la soledad que me abraza en cada instante.
En mi lecho, aún persisten las huellas difusas de tu cuerpo, grabadas en las sábanas de mi memoria. En mi alcoba, tu suspiro aún flota en el aire, un eco etéreo de tu presencia. Y en mi piel, la delicada caricia de tus dedos permanece, un recuerdo imperecedero que el tiempo no ha podido borrar.
Ahora, a pesar de la melancolía que a veces me embarga, le sonrío a la vida. Le sonrío sabiendo que has rehecho tu camino, que has construido una nueva vida y una familia propia. Mi mayor anhelo es que encuentres la felicidad plena, que la paz inunde tu corazón y, por encima de todo, que el amor, el más sublime de los sentimientos, te acompañe siempre.
Con el más profundo respeto hacia tu pareja, te envío un abrazo fuerte, cargado de afecto y de los recuerdos que atesoro. Y un beso cálido, un símbolo de la conexión que, a pesar de la distancia y el tiempo, aún perdura.
Cuídate mucho.