Mirando la magnífica pradera
que viste de la vida su color;
contemplo su belleza insuperable
que abraza el magno sol.
El brillo de la aurora me regala
la lumbre del lucero celestial;
haciendo que mis musas alma llenen
de mágico soñar.
Los pétalos rosados de una dalia,
reciben la caricia muy febril,
del beso que armonioso y delicado,
les brinda el colibrí.
Aromas deliciosos se respiran
del nardo, del jazmín y del clavel;
que brillan con las gotas del rocío
que trajo amanecer.
¡Y viendo del arcano su grandeza
con manto tan inmenso y tan azul;
bendigo los regalos de Natura
con franca gratitud!
Autor: Aníbal Rodríguez.