Te recuerdas cuando me contaste: —Como el zumbido de un zancudo te había hecho escapar al descampado para dormir junto al sonido más armonioso de las hojas agitadas por libélulas allá en las campiñas de tu abuelo, donde existía un inmenso castaño soñador. Vivía de ilusiones, cobijando nidos, reverdecía al canto de los pájaros y de los insectos voladores luminiscentes.
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Hoy quiero hablarte de las palabras, esas intrusas de nuestra vida que pululan en los sueños, pesadillas…; en sí son como los símbolos, cada uno de nosotros les damos significados a partir de los primeros balbuceos; y juntas son capaces de formar un libro. Pueden en sus extremos matar y producir éxtasis; sin embargo, están constituidas por vacío, nada, inmaterialidad, inasibles, virtualidad, ficción, intangibles,… conduciendo al pensamiento a la acción…; en ciertos idiomas hay cuarenta términos para referirse a los renos[1], o para identificar estados de la nieve[2]…, según cuanto dependa la existencia o subsistencia de esas comunidades de tales representaciones. Y nosotros usábamos sólo gestos, más sutiles que los lenguajes de seña. Cuando hay una inmensa conexión entre dos surgen infinidad de emociones desconocidas que se transmiten simultáneamente, vibraciones, revelaciones, melodías extrañas del cuerpo y la mente fluyendo en torrentes sin enunciar sonidos.
[1] Lengua Samai - Laponia
[2] Lenguas Inuit - Esquimales