El mundo gira, todo es una porquería, vivimos a toda prisa.
La gente y su rostro parecen muertos en vida, ya no hay sonrisa.
El dinero y el poder nos han robado la libertad y la vida.
Ya no existe humanidad; la gente camina sin expresiones y sin piedad.
Las calles están llenas de figuras que actúan como un robot.
Todos están más pendientes de sus mensajes que de su relación.
No hay autocontrol, nadie se mira a las caras ya no existe la conversación.
El trabajo, los problemas y el estrés matan hasta al más valiente.
Hasta el sol nos tortura, nos rostiza; se ha vuelto más caliente.
Estar en el trabajo o en la casa ahora es lo mismo, puros reproches.
Dormir o vivir unos días en el coche a veces es una mejor opción.
Ya no hay refugio; el tráfico y la ciudad causan angustia y ansiedad.
Emborracharse en algún bar por las noches para olvidar suele ser buena idea.
La mentira y la verdad ahora son amigas, actúan en complicidad.
La claridad está opacada por la neblina espesa de la falsedad.
Ya todo da igual; muchas personas son como serpientes, muerden, envenenan.
Ser parte del engranaje de la máquina construida solo para algunos es fantasía.
Los valores, principios y la moral fueron arrojados por el drenaje.
Los sentimientos quedaron en segundo plano; hay quienes creen en milagros.
La mayoría solo actúa como un Poncio Pilato, lavándose las manos.
¿Quieres gritarlo? Hazlo, nadie te escuchará, ya no hay piedad.
¿Amor incondicional? Ya nadie sabe dónde está; se escondió de los demás.
Puedes hacer de todo, o no hacer nada en absoluto; igual te engañarán.
La piedra de tus zapatos no la quitarás; te mantiene en tu lugar.
No hay tiempo de sanar, no hay tiempo para pensar; el reloj corre.
En este mundo ya no hay sitio para los simples, los pobres.
¿La salida, el suicidio? Lanzarte de un edificio tampoco es el camino.
Solo sigue haciendo lo mismo hasta que te lleve el silencio y el olvido.