Antonio Miguel Reyes

Soneto del crimen en la cañada.



Soneto del crimen en la cañada.

Mató por celos bajo el sufrimiento,
su navaja sucia entre la cintura,
y el río fue testigo de la altura
donde cayó el muchacho, ya sin viento.

Nadie lloró, el silencio era lamento
veo crecer las sombras en la hondura.
Solo una madre, rota de amargura,
lamía el suelo que quedó sangriento.

La Guardia vino tarde, siendo el reto;
del asesino por cruzar el monte,
dejando atrás su sombra al horizonte.

Y el pueblo calla, miran ese veto
la caña quieta, el sol llora la pena
y en cada casa el miedo su condena.