El hombre que va contra el viento,
desaparecer, evaporarse, volverse hilo invisible y deshacerse de su « yo » social.
En el laberinto de la ciudad,
donde las luces se apagan y se encienden,
hay quienes deciden desaparecer,
dejando atrás el ruido y la multitud.
La vergüenza de no alcanzar el éxito,
de no cumplir con las expectativas,
de no ser lo suficientemente bueno,
los lleva a esconderse en la sombra.
La sociedad les impone un molde,
un camino recto y estrecho,
donde el fracaso es un estigma,
y la debilidad es un pecado.
Pero ellos no pueden soportar,
la presión de la perfección,
la carga de la responsabilidad,
el peso de la opinión pública.
Se evaporan en el silencio,
como humo que se disipa en el aire,
sin dejar rastro ni huella,
sin decir adiós ni despedirse.
Se van a los bosques, a las montañas,
a los ríos y a los valles,
donde la naturaleza es pura,
y el alma puede respirar.
O se esconden en los meandros de la
ciudad, en calles estrechas y oscuras,
donde la vida es un ruido que fue,
y la libertad un lujo.
Allí, en el anonimato,
pueden ser ellos mismos,
sin la carga de la sociedad,
sin la mirada de los demás.
Pueden reinventarse,
pueden empezar de nuevo,
pueden vivir la vida que desean,
sin miedo a ser juzgados.
P Sabag.safecreative