Soy la publicidad que todos ven, pero no se toman en serio.
No la necesitan, o simplemente la ignoran.
Represento la botella de agua que un alma usa y luego descarta.
Existo como el árbol talado que, de la nada, vuelve a su estado natural.
Permanezco en el sonido del sol; así mismo, en la oscuridad de la luna.
Vivo en el bolígrafo que usa su tinta para servirte, sabiendo que su utilidad es efímera.
Me halagáis como una estrella, pero no investigáis para saber más de ella.
Soy el letrero fuera de una casa, que dice: “Se vende yielo”, y os divertís con eso.
Puedo ser la obra de arte más vista de un museo;
también la pintura de alguien que no conocemos.
En otro tiempo, fui la reencarnación de la sabiduría y el cuerpo en el que habitaba la inteligencia.
Hoy me hallo en la hoja en blanco, y también en el libro entero: el que se queda pensando y el que tiene una idea desde cero.
Me manifiesto en la cara izquierda; también en la derecha.
Puedo ser la afirmación, así mismo la negación.