José Antonio Artés

LA CIUDAD DE LOS SUEÑOS

Existe, más allá del mapa y la memoria,
una ciudad encerrada en un muro eterno.
No hay caminos que lleven hasta ella:
se llega a través de pensamientos sin nombre.

 

Allí, los relojes no tienen agujas.
Miden el tiempo con latidos de estrellas,
y las personas -si así se les puede llamar-
pasean sin sombras, sin pasado ni reflejo.

 

En la ciudad umbría,
donde los relojes olvidaron su curso,
se erige una biblioteca sin libros,
pero llena de ecos y susurros.

 

Sus estantes, vacíos de papel,
guardan el aliento de los sueños perdidos,
y cada rincón, impregnado de nostalgia,
susurra historias que nunca fueron contadas.

 

No todos pueden leer los sueños.
Solo aquellos con los ojos velados por la duda
y el corazón hendido por preguntas
pueden llegar a la verdad que contienen.

 

La puerta, custodiada por un guardián silente,
se abre solo para aquellos que buscan
más allá de lo visible,
más allá de lo tangible.

 

Cada tarde, al caer el sol sin prisa,
el guardián toca su cuerno,
y los unicornios, con pasos etéreos,
se encaminan hacia su morada secreta.

 

A veces me pregunto si ya vivo allí,
sin saberlo, tras los muros del día.
Quizá somos sueños pensándose a sí mismos,
esperando ser leídos por el silencio.

 

José Antonio Artés