Hernán Mejía Silva

TORMENTA

El corazón eléctrico 

de nuestras lejanas tormentas,

palpitaban por un viento frío,

durante el nocturno martirio.

 

Es el calor, siempre el calor

lo que ha enloquecido a la gente,

aquella arrogancia intrínseca,

devastando una fragilidad tácita.

 

Después de la tempestad

no llega la calma,

el silencio es un delicado equilibrio 

del que no somos dignos.

 

Después de la tormenta,

queda la tormenta…